Psicoanalista. Miembro de Síntoma – Espacio de Psicoanálisis. Doctora en Psicología de la UBA. Prof. a cargo de Clínica Psicoanalítica II, UBA. Publicó diversos libros, entre ellos Controversias acerca de la fobia y Lógicas de la castración.
NOTAS ACERCA DE LA ESTUPIDEZ
Nadie Duerma #6 / / 7 junio, 2016

Foto: Alejandro Chaskielberg - Light House
Bouvard y Pécuchet, la novela póstuma de Flaubert, está concebida como una sucesión de cuadros que se corresponden con cada capítulo del libro y se repiten de la misma manera. Se trata de la escritura de un libro que es compendio de todas las tonterías, de todas las teorías del conocimiento que encuentran en los manuales y enciclopedias. Flaubert emplea una técnica circular, siempre la misma situación variando los aspectos. ¿Qué da a pensar del fin de análisis y la posición del analista?
“No sufrimos más que de una cosa: la Estupidez.
Pero es formidable y universal” (Flaubert, 1866-1876)
En la carta 131 del año 1874 Flaubert le escribe a Sand: “…medito sobre mi juventud. ¡Recuerdo a todos mis muertos, resbalo hacia la oscuridad!” Bellísima metáfora semejante a la que pronuncia Goethe en su lecho de muerte “Licht, mehr Licht”. Bouvard y Pécuchet es, en definitiva, el testamento de Flaubert.
Gustave Flaubert murió en 1880. Al año siguiente fue publicada su obra póstuma. Se trata de una farsa, obra de carácter cómico y satírico. Satiriza los aspectos ridículos y grotescos de ciertos comportamientos humanos. Luego de investigar durante cinco años lo que hay de necio en los libros, con ello hace el suyo.
El libro quedó inconcluso, llega hasta el décimo capítulo. Si bien coincide con el fallecimiento del escritor, al leerlo me preguntaba cómo iba a finalizar dado que se trata de una estructura que se reitera de la misma manera capítulo tras capítulo.
Un resumen de la novela nos permite situar a los protagonistas, ambos copistas empleados en París. Se encuentran azarosamente y se hacen amigos. Uno recibe una herencia, el otro aporta sus ahorros. Se compran una chacra en Normandía, se mudan allí, y comienzan una serie de estudios y de experiencias que abarcan todas las áreas del conocimiento de la humanidad. Se entregan a la jardinería, después a la agricultura, a la química, a la medicina, a la astronomía, a la arqueología, a la literatura, a la política, a la brujería, llegan a la filosofía, caen en la religión, intentan con la educación de un par de huérfanos. Fracasan en todas las áreas de investigación. Desengañados y hastiados vuelven a su trabajo de copistas.
Las creencias establecidas durante siglos son expuestas, desarrolladas y desarticuladas en oposición a otras creencias. En suma, demolidas.
Toman el texto del Otro bajo la forma de la copia y cuando lo empiezan a interrogar se topan con un Otro que los engaña. Leen las grandes enciclopedias del saber y encuentran que los conocimientos se contraponen entre sí, en consecuencia, no se pueden fiar del Otro, el Otro no es fiable. Quieren aprender del Otro, luego ser enseñantes. Encuentran un límite también allí. Se preguntan si se puede enseñar el bien y el mal, después de que el niño que adoptaron hirvió al gato.
Dos cuestiones que en un análisis deben caer, la estructura de pensamiento especular y la referencia al Otro, esto último implica el atravesamiento del fantasma. En el libro esto aparece en forma monótona y repetida. Flaubert no refuta ni fórmulas ni axiomas, solamente se dedica a cuestionar la estructura de las creencias.
La novela está concebida como una sucesión de cuadros que se corresponden con cada capítulo del libro y se repiten de la misma manera. Se trata de la escritura de un libro que es compendio de todas las tonterías, de todas las teorías del conocimiento que encuentran en los manuales y enciclopedias. Flaubert emplea una técnica circular, siempre la misma situación variando los aspectos. Encuentra una tontería, la relaciona con otra, forma un conjunto formidable que desarma cualquier creencia. Entonces hasta ahora tenemos un esquema circular que se reitera una y otra vez con la misma significación.
Las coincidencias se reiteran a lo largo del texto constituyendo una estructura especular constante entre los dos personajes principales como un juego de espejos de un parque de diversiones. En una carta que Flaubert le escribe a George Sand del 5 de diciembre de 1866 sostiene que “no habría que poner la propia personalidad en escena. Es necesario (…) meterse en los personajes y no atraerlos hacia uno mismo” y el 31 de diciembre de 1875 le escribe: “el artista no debe aparecer en su obra…” (Flaubert y Sand, 1866-1876).
Maupassant, amigo y discípulo de Flaubert comenta: “Gustav Flaubert fue el apóstol más ferviente de la impersonalidad en el arte. No consentía que el autor fuera siquiera adivinado, que dejara caer en una página, en una línea, en una palabra, un solo ápice de su opinión o de su propósito”. (Guy de Maupassant, 2009)
Quizás, se puede vincular el lugar que ocupa Flaubert, el escritor a aquel del analista. Lacan retoma en diferentes seminarios su frase de la Causalidad psíquica: si en el análisis hay un espejo se trata de un espejo sin brillo, una superficie donde no se refleja nada. En la función del analista como espejo de lo que se trata no es del espejo de la asunción especular. En otras palabras el analista no oferta rasgos para la identificación.
Entonces tenemos una estructura fantasmática que toma la forma de una monumental impugnación del conocimiento humano. Un artista que no aparece en la escena ficcional y un Otro engañador que es recortado cada vez que una creencia se opone a otra creencia que la invalida. Significativamente los conocimientos que caen tienen el valor de mitos, creencias, concepciones del mundo, en suma teorías sexuales infantiles. Como dijimos: no son fórmulas.
¿Hay una forma de concluir la novela? Su estructura circular está inconclusa a causa de la muerte de Flaubert? ¿Hay forma de salir de la estructura de repetición que se armó? Se trata de un final dentro de la misma estructura. Vuelven a ser copistas, a tomar el texto del Otro y reiterarlo, copiarlo, transcribirlo.
Lacan en el Seminario 10 en su reflexión acerca del fin del análisis sitúa que en análisis no se trata de girar en círculo. Se pregunta: ¿hay algo irreductible derivado de la neurosis de transferencia?. “La neurosis de transferencia en un análisis ¿es o no la misma que era detectable al comienzo? ¿Se trata de un callejón sin salida, de un estancamiento?” (Lacan, 1962-63).
Ofertamos una estructura fantasmática llamada neurosis de transferencia que se transforma en estructura de satisfacción. No olvidemos la sorpresa de Freud al descubrir que el análisis aporta satisfacciones sustitutivas que no traen malestar.
¿Para qué le sirve el mito de Edipo? El mito de Edipo es la escena ficcional donde Freud sitúa la repetición y la interpretación. Es la escena donde interviene. Claro, velando la castración.
La neurosis de transferencia es una estructura de goce, una suplencia en relación a la castración, hay una dominancia de goce en la suplencia. No podemos operar si no la armamos. Cuando el analista se oferta como causa del deseo constituimos una estructura fantasmática. Nos instalamos en la causa para operar.
Una última pregunta a modo de conclusión. ¿En qué somos bouvertianos y pecuchianos? Como analistas si pensamos desde la causa no salimos de la neurosis de transferencia.
REFERENCIAS
Flaubert, G. (1881). Bouvard y Pécuchet. Madrid: Cátedra, 2011.
Flaubert, G. y Sand, G. (1866-1876). Correspondencia. Barcelona: Marbot ediciones, 2010.
Guy de Maupassant (2009). Todo lo que quería decir sobre Gustave Flaubert. España: Periférica, 2009.
Lacan, J. (1955). "Acerca de la causalidad psíquica". En Suplementos de Escritos. Barcelona: Argot, 1984.
Lacan, J. (1962-1963). El Seminario, Libro 10: La angustia. Lanús: Paidós, 2006.