Psicoanalista, miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano y del Foro Analítico del Río de la Plata.
Foto: Alejandro Chaskielberg - The Hunter
Freud a lo largo de su producción se interesó por la arqueología, la filosofia, la física... Pero el psicoanálisis ha elegido como interlocutor al arte. La escritura poética como "acto" literario no sólo destruye la blancura de la hoja sino produce un rechazo de toda la tradición que la antecede.
No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo.
Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que lo que se escribe.
Resulta un hecho innegable que en la época que nos toca vivir, los múltiples y diversos discursos que constituyen el saber del hombre se encuentran en constante movimiento de expansión. Las fronteras existen pero no son fácilmente delimitables, al punto de entremezclarse, de superponerse unas con otras. Más bien diría que se anudan en ciertos bordes. En este sentido el psicoanálisis no está exento de la afectación y de la apropiación de otros campos para la continuidad del decir freudiano. Así lo ha hecho el propio Freud a lo largo de su producción; es conocido su interés por la arqueología, la medicina, la filosofía, la física, y otras tantas disciplinas. Pero si hay algo, o alguien, a quien el psicoanálisis, desde su origen mismo, ha elegido como interlocutor es el arte.
Los analistas nos interesamos por el arte, por sus diversos modos de expresión sea la escultura, pintura, música, pero por sobre todo el teatro y la literatura. El mismo Freud no solo era un lector voraz de los poetas de su tiempo, sino que se servía de la literatura y la escritura para modificar su posición enunciativa. Su relación a la literatura no era la de un mero lector, basta abrir cualquiera de sus cinco grandes historiales para que salte a la vista la capacidad de ficcionalizar que poseía con su escritura para trasmitir lo intrasmisible de una experiencia.
En este sentido la poesía, contemporánea o clásica, tiene un valor inclaudicable para el psicoanálisis, como lo tienen los distintos modos de expresión escrita. De la misma manera que lo hace Hansel y Gretel podríamos seguir los rastros dejados por Lacan desde su escrito sobre la carta robada hasta el seminario sobre Joyce, respecto al uso que hacía de la poesía y la literatura.
Tomo la escritura poética, como acto literario, que no solo destruye la blancura de la hoja sino que en sí misma produce un rechazo a toda la tradición literaria que la antecede. Para que, de la misma forma que acontece con el parloteo de la asociación libre, una escritura se produzca y el síntoma ceda alguno de sus cabos.
El poeta escritor crea con la materialidad casi imperceptible del lenguaje y con su acto de escritura hace emerger algo allí donde no había nada. La nada es un efecto de lo simbólico. El poeta, por sobre todos los artistas, dispensa de los objetos de la realidad, los crea, los inventa, los hace aparecer o desaparecer. Es quien posee un saber hacer con algo muy singular: “poeta es el que sabe hacer con la letra”, me esclareció un poeta analizante.
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'. (Borges, 2012)
Lo que no siempre quiere decir que los artistas se adelanten a su propio tiempo, afirmación que flota como un fantasma entre nosotros, sino que el poeta realiza su acto para crearse a sí mismo sobre un vacío. Es efecto de su propia obra. No tiene padre, ni madre, ni patria, es quien se pare a sí mismo, se hace un lugar, una historia, un nombre propio. Su acto está fuera del tiempo.
Los analistas hacen uso de las obras literarias para colocar en la superficie los modos de padecimiento subjetivo que coinciden con la época. Sin embargo, otros se han servido de la literatura para dar cuenta de los hechos del ser hablante. Freud y también Lacan, no fueron los únicos. No es casual la elección. El psicoanálisis, practica del habla y la palabra, del lenguaje y la escritura, de la letra y el significante, toma la poesía como arte que se encuentra intrínsecamente ligado al habla y la escritura, arte que con su decir bordea el imposible al que está destinado.
Quizás todas las artes del hombre se sostienen sobre la esencia de la poesía: la metáfora. Es una hipótesis. La música, el canto, son en su esencia escritura, al menos poseen una relación íntima con ella. Es lo que sostiene Derrida al decir que:
Épica o lírica, el canto, el habla arcaica es necesariamente poética. La poesía, primera forma de la literatura, es de esencia metafórica. Rousseau pertenece a la tradición que determina la escritura literaria a partir del habla presente en el relato o en el canto; la literaria sería accesorio suplementario que fija o que coagula el poema, representando la metáfora. Lo literario no tendría ninguna especificidad; a lo más, la de un desventurado negativo de lo poético (1971, p. 340).
Lo que descubre el filósofo es que existe una relación recíproca entre la escritura y el habla, entre la escritura y el canto, sobre la que se sostiene el arte musical.
La poética, o como dice Octavio Paz el decir poético, no puede capturarse, atraparse, en su totalidad con el acto literario, sin embargo, se anudan en ciertos bordes en los que Barthes ha llamado la escritura en alta voz. Una escritura que logra encorsetar con el tejido de sus signos el habla que siempre la desborda; un modo que se sostiene de manera más pura en la lengua japonesa, donde cada elemento morfológico se reduce a un fonema. Una escritura capaz de capturar en su arte caligráfico la lengua hablada y producir los kanji. Arte que traza su tinta sobre la lengua e introduce el murmullo incesante del discurso en el silencio; “El soplo <<quiere>> una forma. <<¡Escríbeme!>>. Un día me suplica, un día me amenaza”, escribía Heléne Cixous ante una escritura imposible (2015, p.22).
En las letras de la rosa está la rosa, no hay más allá de las letras que se articulan para producir la cosa. Sócrates en la pluma de Platón afirma que la escritura y la poesía es un fármakon para el sujeto hablante. Lo inquietante de la escritura ya se había experimentado en la semejanza con la pintura: “Efectivamente lo que hay de terrible en la escritura, Fedro, pienso que también el que ella tenga en verdad semejanza con la pintura”. Idea que reformulará Lacan al decir que la pintura mantiene una relación íntima con la letra, cosa que demuestra la caligrafía china o bien, agregó, el arte surrealista.
Magritte muestra en cada obra como la escritura se asemeja a la pintura, la transforma, pero no es una forma de ella sino que esta posee otro estatuto y su valor de comparación, de mimesis, emerge en el punto en el que la palabra produce la muerte de la cosa, dispensa de ella. Sin embargo, su obra da cuenta de que no se reduce a una mimesis pasiva, sino que por el contrario es activa, creadora, la escritura tienen un efecto inventivo. Aparece en el lugar del vacío, ya no es necesaria la presencia para que la cosa esté presente. Así lo repetía Lacan presentificando un elefante en el salón donde dictaba sus primeros seminarios. De allí su advertencia a los analistas para que no naufraguen en los vericuetos de la realidad, advertidos que no se trata de una verdad última, única, que pueda corroborarse en tal o cual situación de la vida de un sujeto, sino que se trata de aquellos seres, trastocados por la lengua, inmersos en el mundo del lenguaje.
No puede articularse una verdad última, sino que esa verdad podrá decirse por partes. Se trata de una verdad que mueve al analizante, al escritor, a formular un saber acerca del ombligo de su síntoma, un carozo que lleva al sujeto a una escritura, no como una necesidad del discurso, sino como una forma de apaciguar el sufrimiento subjetivo que acompaña al síntoma. La escritura que como el burro que camina detrás de la zanahoria, anhela la verdad de un real que se presenta como necesario de decir pero del que solo podrá escribirse una ficción poética. Porque, como dice Parménides: lo que es y lo que no es no puede decirse ni en palabras, pero el ser hablante no es impotente para decir, sino que en la pluma de Octavio Paz “la poesía va y viene entre lo que es y lo que no es”. Sino escuchémoslo recitar.
https://www.youtube.com/watch?v=d1ESnrL4JI8”
REFERENCIAS
Derrida, J. (1971) De la Gramatología. Madrid: Siglo veintiuno editores.
Lacan, J. (1971) De un discurso que no fuera de semblante. Buenos Aires: Paidós.
Paz, O. (1956) El arco y la lira. México: Fondo de cultura económica.
Borges, L. (2012) El otro, el mismo. Buenos Aires: Debolsillo.
Duras, M. (2014) Escribir. Buenos Aires: Tusquets. 2014.
Cixous, H. (2015) La llegada de la escritura. Buenos Aires: Amorrortu.
Psicoanalista, miembro de la Escuela de Psicoanálisis de los Foros del Campo Lacaniano y del Foro Analítico del Río de la Plata.